Celebrar la Eucaristía compromete a favor de los pobres

La solemnidad de Corpus Christi nos hace entrar en la intimidad del encuentro con Jesucristo, un encuentro real, sacramental. Ha querido quedarse entre nosotros y en cada uno de nosotros por la comunión de su Cuerpo y su Sangre, fuente de nuestra más profunda unidad con Él y alimento indispensable para la vida cristiana. Su deseo de compartir, de cenar en un clima de amistad, ha puesto de relieve una vez más que la salvación viene de Dios y que Jesús la hace realidad cuando toma cuerpo en nuestra historia para darle una orientación definitiva. De esta manera, manifiesta su firme voluntad de quedarse entre nosotros.

La cena pascual con Jesús, esta única y definitiva vez, tendrá unas consecuencias que configurarán la dimensión fundamental del cristianismo. Nos llena de gozo saber que una plena identificación con Jesús en la Eucaristía da un nuevo horizonte a nuestra vida personal y -por la fracción del pan- nos orienta a transformar las estructuras de nuestra sociedad según el Evangelio para, así, por el compartir, poder hacer realidad nuevas formas de cooperación y de ayuda social hacia los más necesitados, poniéndolos en el centro de toda acción caritativa y solidaria. El Catecismo de la Iglesia Católica dice que «la Eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres: Para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos» (n. 1397; cf. Mt 25,40).

En la festividad del Cuerpo y la Sangre de Cristo agradecemos la presencia de Jesús en la Eucaristía y en cada uno de nuestros hermanos. En este día dedicado especialmente a la CARIDAD, que es la palabra que define la manera cómo Dios ama, es importante que descubramos más aún que su fuente se encuentra en la mesa eucarística, lugar desde el que experimentamos la fuerza del amor de Dios en la entrega de Jesús en la cruz y su triunfo sobre el pecado y la muerte en la resurrección. Por otra parte, hemos de ser conscientes de que la disociación que a veces hacemos entre el amor recibido y el amor dado pone de relieve muchas incoherencias en nuestra vida cristiana que debemos ir superando y suprimiendo.

El sacramento de la Eucaristía va tan unido al amor que debemos a nuestros hermanos, siempre al estilo de Jesús, ya que «hacer tal como Él ha hecho» es actualizar su memoria, como misterio de amor que ha de creerse, celebrarse y vivirse. El gesto que quiere perpetuar es la Eucaristía, sacramento que nos une a Él y a todos y a cada uno de nuestros hermanos, en un solo cuerpo, la Iglesia. La Eucaristía, por el hecho de sentarnos alrededor de una misma mesa, nos hace ver que la nueva dimensión de la acción caritativa de la Iglesia abre campos en los que su acción transformadora puede ser decisiva. Memoria gozosa por la presencia del Resucitado, pero también memoria crítica frente a una sociedad que en su organización económica bastantes veces genera más pobres e introduce nuevas pobrezas. La unión a Cristo, al recibir hoy y en cada Eucaristía su Cuerpo y su Sangre, nos compromete a trabajar por una Iglesia más creíble, más humilde, más abierta y más servicial, porque vive el mandamiento del amor que nos ha dejado Jesús como testamento: «que os améis los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 15,12).

Sants del dia

07/09/2024Santa Regina, sant Clodoald, sant Marc Crisini i companys màrtirs.

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